Me haces sonreir
con las notas que no se tocan
que aún vagan en mi habitación
como fantasmas del amor
que me devuleven a tus brazos
anhelando el pronto retorno
de tu guitarra revolucionaria
que comenzó la guerra de la felicidad
la danza del amor
y borra los límites
de lo que era mi idea de futuro
dibujando nuevos arpejios que guian las noches
sin dejar que la mente intervenga
liberando al corazón
para que decida lo que le convenga
domingo, 9 de diciembre de 2018
sábado, 1 de diciembre de 2018
Somos andando
“Hace
cinco siglos, la gente y la tierra de las Américas se incorporaron al mercado
mundial en carácter de cosas. Unos pocos conquistadores conquistados, fueron
capaces de adivinar la pluralidad americana, y en ella, y por ella, vivieron;
pero la conquista, empresa ciega y enceguecedora como toda invasión imperial,
solo podía reconocer a los indígenas, y a la naturaleza, como objetos de
exploración o como obstáculos. La diversidad cultural fue descalificada como
ignorancia y penada como herejía, en nombre del dios único, la lengua única, y
la verdad única, mientras la naturaleza, bestia feroz, era domada y obligada a
convertirse en dinero. La comunión de las culturas americanas, y este pecado de
idolatría mereció castigo de azote, horca y fuego.
Ya
no se habla de someter a la
naturaleza; ahora sus verdugos prefieren decir que hay que protegerla. En uno y en otro caso, antes y ahora, la naturaleza
esta afuera de nosotros: la civilización que confunde a los relojes con el
tiempo también confunde a la naturaleza con las tarjetas postales. Pero la
vitalidad del mundo, que se burla de cualquier clasificación y está más allá de
cualquier explicación, no se queda nunca quieta. La naturaleza esta en
movimiento, y también nosotros, sus hijos, que somos los que somos y a la vez somos
lo que hacemos para cambiar lo que somos. Como decía Paulo Freire, el educador
murió aprendiendo: somos andando.”
Patas arriba, Eduardo Galeano
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