
Todo partió como si no fuera importante; los ojos se miraron fijamente y todo comenzó a suceder con esa naturalidad clásica de el viento jugando en los pétalos de las rozas. Era así de simple, o dejabas a tu mente alcanzar el cielo o caías en la lujuria terrenal de la cotidianidad de la vida. Pero quise escapar. Me aterra la idea de no volver a ver ese sol que hacia relucir tus pequeños zapatitos de charol. Mi vida así pasaba en un segundo, en un eterno segundo. Cada sensación era inconfundible, temía por las aves de ese hermoso cielo abierto; quizás ellas no pueden escapar de esa inmensa libertad. Yo en cambio arranco de ese profundo mar en el que cada noche me pierdo. La locura se torna un poco arrolladora, las manos comienzan a mostrar arrugas al paso de los minutos, que parecen que en realidad son años ... cortos cortos años. Si la vida continuara así creo que lloraría en este mismo momento, porque he vivido muy poco, aún la luna se me hace inalcanzable, nada imposible pero solamente no he llegado.
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