Si vivimos como autómatas seremos ciegos a las huellas que los hombres nos van dejando, como las piedritas que tiraban Hansel y Gretel en la esperanza de ser encontrados.
Cuando somos sensibles, cuando nuestros poros no están cubiertos de las implacables capas, la cercanía con la presencia humana nos sacude, nos alientan comprendemos que es el otro el que siempre nos salva. (..) toda vez que hemos perdido un encuentro humano algo quedó atrofiado en nosotros, o quebrado. Muchas veces somos incapaces de un genuino encuentro porque sólo reconocemos a los otros en la medida que definen nuestro ser y nuestro modo de sentir, o que nos son propicios a nuestros proyectos.
(..)¡Cuánta irónica sonrisa mereció esta deslumbrante verdad!
El destino se muestra en signos e indicios que parecen insignificantes pero que luego reconocemos como decisivos. Así, en la vida uno muchas veces cree andar perdido, cuando en realidad siempre caminamos con un rumbo fijo, en ocasiones determinado por nuestra voluntad más visible, pero en otras quizá más decisivas para nuestra existencia, por una voluntad desconocida aún para nosotros mismos, pero no obstante poderosa e inmanejable, que nos va haciendo marchar hacia los lugares en que debemos encontrarnos con seres o cosas que, de una manera o de otra, son, o han sido, o van a ser primordialmente para nuestro destino, favoreciendo o estorbando nuestro deseos aparentes, ayudando u obstaculizando nuestras ansiedades, y, a veces, lo que resulta todavía más asombrosos, demostrando a la larga estar más despiertos que nuestra voluntad consciente.
Ahora la humanidad carece de ocios, en buena parte porque nos hemos acostumbrado a medir el tiempo de modo utilitario, en términos de producción.
(...) Como la renuncia a lo individual por el bien común, como el amor. Se sacrifican quienes envejecen trabajando por los demás, quienes mueren para salvar al prójimo, ¿y puede haber sacrificio cuando la vida ha perdido sentido para el hombre, o sólo lo halla en la comodidad individual, en la realización del éxito personal?
El mal es de una evidencia que no necesita mostrarse (…).
Son esos momentos en que una y otra vez me repito ¡cuánto mejores son los animales! Sin embargo, qué
grandiosa y conmovedora es la presencia de la bondad en medio de la ferocidad y
la violencia.
“Persona” quiere decir máscara, y cada uno de nosotros tiene
muchas. ¿Hay realmente una verdadera que pueda expresar la compleja, ambigua y
contradictoria condición humana?
Las creencias y el pensamiento, los recursos y las
invenciones fueron puestos al servicio de la conquista. Colonialismos e
imperios de todos los signos, a través de luchas sangrientas, pulverizaron
tradiciones enteras y profanaron valores milenarios, cosificando primero la
naturaleza y luego los deseos de los seres humanos.
Nuestra civilización ha tomado un tipo de bienestar como
el “deber ser” de la vida, fuera de la
cual no hay salvación. Este objetivo es logrado por el miedo, y por la
incapacidad que tienen hoy los hombres de vivir los momentos duros, las
situaciones límite y los obstáculos. En especial, se tiene horror al fracaso.
Se oculta cualquier avería en el bienestar, pues enseguida se teme la
exclusión, quedar eliminado de la existencia.
Lo peor es el v é r t i g o.
En el no se dan frutos ni se florece.
Lo propio del vértigo es el miedo, el hombre adquiere comportamiento de autómata,
ya no es responsable, ya no es libre, ni reconoce a los demás.
El hombre no se puede mantener humano a esta velocidad, si
vive como autómata será aniquilado. La serenidad, una cierta lentitud es tan
inseparable de la vida del hombre como el suceder de las estaciones, lo es de
las plantas, o del nacimiento de los niños.
Cada hora del hombre es un lugar vivo de nuestra existencia
que ocurre una sola vez, irremplazable para siempre. Aquí reside la tensión de
la vida, su grandeza, la posibilidad de que la inasible fugacidad del tiempo se
colme de instantes absolutos, de modo que, al mirar hacia atrás, el largo
trayecto se nos aparece como el desgranarse de días sagrados, inscriptos en
tiempos o en épocas diferentes.
La noche no es menos maravillosa que el día, y el resplandor
de las estrellas la ilumina, y la noche tiene revelaciones que el día ignora.
La noche tiene más afinidad con los misterios que los orígenes del día. El
abismo no se abre más que con la noche.
Lo esencial de la
vida es la fidelidad a lo que uno cree su destino, que se revela en esos
momentos decisivos, esos cruces de
caminos que son difíciles de soportar pero que nos abren a las grandiosas
opciones. Son momentos muy graves porque la elección nos sobrepasa, uno no ve
hacia delante ni hacia atrás, como si nos cubriese una niebla en la hora
crucial, o como si uno tuviera que elegir la carta decisiva de la existencia
con los ojos cerrados.
Como siempre los libros llegan a tu vida
en el perfecto momento para ser comprendidos.