martes, 18 de agosto de 2009

caFé de mi alma

Pocos conocen realmente las bondades de una taza de café. Son incontables los momentos que he vivido junto a él. Pero hoy quiero mencionarlo y no solo eso, sino poder comprender el por qué de mi amor hacia él.
Días como hoy, con lluvia y mucho frío lo único que quería era un reconfortante café; que me calentara pies y manos, que lograra relajarme de un día no muy grato. Así que al llegar a casa no dudé en prender la cafetera abrir un paquete de café y sacar a cucharadas grandes raciones de este para preparar.
Pero tengo que remontarme a mi infancia para explicar mi afición por este perfecto bebestible. Cuando era una niña muy pequeña, estaba enamorada de mi papá (creo que aún lo estoy, pero trato cada día de superar mi "complejo de Electra"), entonces todo lo que el tomaba yo también lo hacia, pero como a todo niño pequeño no me dejaban tomar café. Así que resolví el asunto de mi plan malévolo de imitar a mi padre, tomándome el conchito de su taza que dejaba cada vez que tomaba té o café y que aún continua y creo que continuará haciendo. Al principio, debo admitirlo, me cargaba, era realmente asqueroso, ese sabor amargo que dejaba en la boca por un largo rato y con poca azúcar; osea yo me pregunto ¿a que niño le gustan esas cosas? ... claramente a ninguno y yo no era la excepción.

A medida que iba creciendo una taza de ese liquido de oscuro color, dejó de ser desagradable y comencé a conocer la otra faceta del café. Probé de muchísimos tipos, capuccino, mocca, con menta, con canela, con vainilla, expresso, latte, con y sin crema, con y sin leche, batido, cortado, podría continuar y continuar, pero no va al caso. En mi vida se volvió tan importante como el vaso de leche matutino (que ya no tomo). Así es, me volví adicta, pero no me volví adicta a su sabor o a la tentadora cafeína, sino que a los momentos que me regala una taza de café, el poder conversar alrededor de él, sentarme en una plaza a contemplar el mundo con mi vaso de café en la mano, descansar disfrutando este perfecto amigo o como dejar de recordar todas esas mañanas de campamento con mi café en la mano disfrutando de la brisa matutina.

Y como necesitaba de él hoy, está a mi lado en este preciso momento, justo cuando lo necesito por eso es como un amigo, de esos que nunca fallan, que te queman cuando estás acelerado, que te abriga cuando tienes frío y te recuerda a diario que la vida es tan simple como una taza de café.

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